El viernes 6 de marzo nuestra preocupación era cruzar la Aduana argentina que está al otro lado del Paso del Agua Negra sin perder nada en el camino. Nos comimos todos los alimentos frescos, revisamos cada rincón de las bicicletas buscando elementos que pudiesen complicarnos al cruzar por ese control y actuamos en consecuencia.
Los siguientes días fueron de retorno a la hermana región, diversa entre sí y con nuestro oriental Uruguay, pero fronteriza e históricamente más cercana que el azotado Chile, al otro lado de esa muralla natural que ha ganado la mayoría de las batallas. Ese fin de semana fue ideal y un poco lo sabíamos, acabamos de llegar a un pueblo mediano con Camping Municipal y gratis, a dos kilómetros.
Vendimos muchas calcos y recaudamos como para seguir viaje un mes. Volvimos al Camping y entre la noche del sábado y el sol del domingo, formamos parte de varias mesas de asado y vino. Con soda o gaseosa, pero cada uno más hospitalario que otro. Era ideal, pero hubo momentos para el malestar, los sanjuaninos viven de joda, pensamos. Durante todas las noches en el Camping, el desfiladero de parlantes con motor se mantenía hasta bien entrada la madrugada y hubo que convencer al sueño para que venga, con la misma receta que utilizan las personas en Jáchal.
Nos encargamos de completar totalmente el trazado de la Ruta Nacional N° 150, hasta su empalme con la N° 38 durante los siguientes 4 días. Allí está Patquía, donde nos encontramos con la Pandemia. No porque hubiese casos de Coronavirus sino porque nos abordó un Policía para decirnos que teníamos que abandonar el pueblo, que no podíamos estar allí. Justo antes de que el funcionario se acercara a la mesa de madera con bancos que está justo en frente al predio de la Terminal de Ómnibus, habíamos coincidido con Nahuel, un viajero que también va en bici y había salido hace pocos días de Villa Carlos Paz, con destino a unas montañas en Catamarca. Desde esos días no volvimos a hablar con Nahuel, pero alcanzó la tarde y parte de la mañana siguiente para afilar la lengua y darnos manija con aquello que se nos venía encima, un confinamiento obligatorio con toneladas de pánico esparcidas desde los medios de comunicación. Ahí empezaría a construirse el peligro asociado a las personas que están en viaje, pero principalmente a los nuevos enemigos de la salud, los extranjeros.
El sábado 14 de marzo amanecimos en un predio Polideportivo a 70 kilómetros al sur de la ciudad de La Rioja, en el pueblo donde conocimos a Nahuel, al Coronavirus y también al pánico oficial. El viento soplaba furioso desde un poco antes del medio día con rumbo norte, como pocas veces pasa teníamos la fuerza de la naturaleza de nuestro lado y en menos de dos horas llegamos al retén de Talamuyuna. Como es común en la República Argentina, cada Provincia establece los controles que cree pertinentes y cruzar una de esas fronteras dentro del mismo país, se parece bastante a los cruces internacionales.
En Talamuyuna siempre hay controles (según supimos) pero desde estos días, esa frontera se ha vuelto más estricta. ¿De dónde vienen? Pregunta el funcionario del retén. Contestamos sin vacilar. Pero adentro comenzaba a repicar la idea de lo difícil de explicar que si bien somos de Uruguay y salimos desde allí, ahora venimos de Chile. Que no lo hicimos en un par de días, sino que hace meses que estamos en viaje. Tan despacio que nos podemos emparentar más a un habitante de la región que a un turista convencional que hace en un día de vuelo, medio continente. O mucho más.
¿Han tenido síntomas?, continúa. La idea anterior da lugar a la suposición de que conocemos los síntomas y sabemos a qué se refiere el policía: todos los medios están hablando de lo mismo, deberíamos saber cuáles son y para ese entonces también apropiarnos del miedo que comienza a reinar. No era momento de verbalizar este pensamiento. Los planes eran pasar por la ciudad de La Rioja y seguir hacia Catamarca y Santiago del Estero. Luego Santa Fé y Entre Ríos. En menos de dos meses estar en nuestro país de origen para dedicarnos a escribir y ordenar fotos.
Gracias a las redes de intercambio de hospitalidad, habíamos dado con una persona dispuesta a recibirnos y compartir su casa en la pequeña capital riojana. Juan ha estado en la ruta por un buen tiempo con su bicicleta, así que gracias a la experiencia común, encontramos varios atajos para canalizar las expectativas venideras. Ese domingo empezaba tranquilo, hablando con Juan sobre las infinitas bellezas naturales que tiene La Rioja y que debíamos visitar durante nuestra estadía en la ciudad. Mientras tanto, seguía avanzando el miedo y los contagios. A la noche todo cambió: el Presidente Argentino anuncia ese tan (in)esperado "aislamiento social obligatorio hasta el 31 de marzo" que poco a poco recibió el nombre de cuarentena, a secas.
Esa noche nos fuimos a dormir con el debut de una incertidumbre sin precedentes. Ya no era la habitual de qué íbamos a comer y de dónde lo íbamos a conseguir, o esa tan bella aventura de ubicar la carpa en algún sitio que hasta el final de la tarde, por lo general desconocíamos. Ahí comenzaría esa incertidumbre del encierro y de que no sabemos desde entonces, cuándo vamos a poder seguir viaje. Cuándo vamos a volver a la calle. El lunes 15 en la mañana hablamos con nuestro anfitrión de algo que todos sabíamos, las palabras salieron solas y las respuestas correspondieron. Él sabía lo que íbamos a decir, nuestras ideas eran muy predecibles y las opciones muy reducidas. A partir de ahí empezaría un día a día de convivencia incierta, de supervivencia incierta. Con las comodidades de una casa grande y la hiperconexión del Internet y la tele por cable. Ya con el correspondiente bombardeo que cada ciudadano merece para formar parte de la colectividad del miedo. Allí estábamos, parados y con incertidumbre.
Empezamos a pensar en todas aquellas personas que están en la misma, ciclistas, mochileros y personas que viven en la calle. Ese día buscamos el mercado frutihortícola de La Rioja en google y pedaleamos para buscar toda la comida que pudiésemos cargar. Estaba cerrado pero en una verdulería grande que está cerca, dimos con muchos kilos de vegetales para reciclar, así que conseguimos uno de los objetivos del día: provisiones para algunos días.
Desde el martes hasta el sábado no salimos de la casa, vimos mucha tele y varios videos en Youtube sobre la Pandemia. China, Italia y España. Vimos repetidos esos nombres de países por todos lados. Seguimos los anuncios del país que tenemos a nuestros pies y del cual somos presas. Nada indicaba
buenos augurios, todas las noticias eran malas y desesperanzadoras. Nos llegó el pánico, estuvo un rato y tratamos de dejarlo seguir. Mientras pudimos. Porque el sábado 21 de marzo quisimos repetir la operación Mercado y terminamos demorados varias horas y luego detenidos por la Policía Provincial.
Sufrimos maltrato, amenazas, fuimos expuestos al contagio, ese al que le tienen tanto miedo pero donde las personas no son todas iguales y hay quienes pueden ser vulneradas y expuestas incluso intencionalmente. Nos liberaron sobre la medianoche y las bicicletas fueron retenidas. A lo de Juan llegamos escoltados por funcionarios y sus amenazas. De ahí salimos bien, aunque con mucha impotencia y sin bicicletas. Viendo como se encara una catástrofe sanitaria con personal de las "fuerzas de seguridad" que propagan miedo, desinformación y abusos en vez de contribuir a la reducción de los contagios. Nunca nos gustó la Policía y ese día recordamos por qué.
Podríamos extendernos muchas líneas con detalles sobre el accionar discriminatorio de toda la cadena represiva pero la vamos a dejar por acá, sólo con un dato más: dentro del recinto policial, uno de los funcionarios toma una foto sin que lo notáramos, que luego vimos publicada en una página de facebook de la ciudad y en el encabezado decía "turistas uruguayos que llegaron de Brasil detenidos por no cumplir con la cuarentena". Además de proceder con un autoritarismo injustificado, es la misma Policía quien provee de desinformación a sus habitantes. Terrible.
A las bicicletas las volvimos a ver 10 días después, cuando Ornella va hasta la Comisaría del centro luego del plazo establecido arbitrariamente por esa Institución. El primer intento fue el 31 de marzo. No tuvo resultados porque no estaba la persona indicada y como tampoco tuvieron la transparencia
de hacerlo constar en un papel, poco quedó para discutir. Al día siguiente sentimos el gusto breve y pequeño de una victoria que a nadie le interesa, recuperar las bicis. Para tenerlas cerca, mirarlas y ajustarlas. No podíamos seguir viajando y ni siquiera utilizarlas para hacer los mandados o estirar las piernas en la ciudad. La cuarentena obligatoria está en su mejor momento represivo y con el escarmiento que tuvimos se evaporaron todas las ganas de salir a la calle.
De pedalear ni hablemos, y el miedo a ser expuestos a una cadena de abusos y prepotencias por ser extranjeros reduce a cero la voluntad de pisar la vereda. Ornella salió el 31 y el 1° de abril hasta la Comisaría, Nacho no sale a la calle desde el 21 de marzo. Para este entonces la cuarentena social con aislamiento obligatorio, para usar todos los nombres en una sola expresión, se prorroga hasta el 13 de abril.
Desde el sábado 28 de marzo estuvimos en contacto con Nicolás y Lucía. Dos viajeros uruguayos varados en Talampaya, una ciudad cercana a La Rioja. Intercambiamos varios mensajes e insistieron con que nos pongamos en contacto con el Consulado uruguayo, el cual tenía programado un ómnibus desde Córdoba hasta Uruguay para el viernes 3 de abril. Eso sí, nos dicen que el bus que sale desde Córdoba, no puede llevar bicicletas y sólo podríamos viajar con una mochila de mano. Y otra cosa para nada menor, si queremos tomar ese ómnibus, deberíamos llegar a la capital cordobesa por nuestros propios medios. En medio de una cuarentena obligatoria, con controles por todos lados restringiendo la circulación y sin empresas de transporte autorizadas a circular. Esta idea no nos gustó para nada, separarnos de la que fuera nuestra casa hasta entonces (las bicis) y además tener que pagar un precio muy alto por nuestro traslado desde La Rioja hasta Córdoba, siempre y cuando alguien estuviese dispuesto a llevarnos.
En las siguientes comunicaciones con el Consulado, les preguntamos sobre esta restricción de equipaje y responden que el bus puede llevar todo el equipaje sin problemas. Al mismo tiempo, Nico nos asegura que si logra reunir el dinero para contratar un transporte desde Tinogasta que ya tiene en vista, pasa a buscarnos por La Rioja. Hay un grupo de personas que están juntando dinero para enviárselo y cubrir el costo del traslado hasta Córdoba. También nos cuentan que el Consulado se ha ofrecido a enviarles una nota de autorización para circular, abriendo la posibilidad de volver pedaleando a Uruguay, con todas las alforjas. Ante esto, ese mismo día le escribimos al Consulado solicitando las gestiones pertinentes ante el gobierno argentino para que en los controles nos dejen pasar y seguir rumbo a la República Oriental. En seguida nos contestan y al otro día tenemos el archivo de la Resolución 71 del Gobierno argentino, donde se dispone el aislamiento obligatorio y donde también constan las excepciones. Junto, llegó la nota firmada por el Cónsul que remite al artículo 4, que establece que pueden circular hacia terminales de transporte aquellos extranjeros que
están volviendo a su país. Nada dice ese artículo sobre las personas que se mueven en sus propios vehículos y por tierra hacia un país fronterizo, por más que sea el suyo.
Entre el 31 de marzo y el 4 de abril, se condensaron muchas cosas. Pasamos por la tradicional montaña rusa de emociones y especulaciones: desde la posibilidad de movernos hacia Uruguay, hasta la disolución total del apoyo por parte del Consulado uruguayo en Córdoba. El último día de marzo, Nico nos confirma que ya han cerrado negocio con un transporte que sale desde Tucumán, con dos personas más de Uruguay y pasa por ellos, pero no hay lugar para nosotros ni las bicicletas.
Paralelamente, un amigo nos pone en contacto desde Uruguay con un camionero que espera que le confirmen en las próximas horas, un viaje de aceite de oliva, desde La Rioja hasta Gualeguaychú. Increíble casualidad con apoyo intencional de (al menos) una gran persona que quiere colaborar con nuestra situación. Al mismo tiempo, se sumaron varios mensajes y comentarios de personas que quieren colaborar y nos ofrecen el envío de dinero. En ese entonces había media posibilidad viva y si conseguíamos contratar un traslado desde nuestra ubicación hasta Córdoba, revivíamos otra posibilidad ya casi sepultada. La realidad circunstancial terminó de sepultarla, desde La Rioja no hay empresas de transporte que puedan ser contratadas, todo está parado.
Por un lado se diluye la repatriación a medias planteada por el Consulado pero florece una nueva posibilidad: el camionero recibe la confirmación del viaje y el lunes 6 de abril a la tardecita va a estar pasando por la intersección de las rutas 72, que viene desde Chilecito y la 38. Justo a la altura de Patquía. Volvía la felicidad, íbamos a salir del encierro en una casa que no es la nuestra y en un país que tampoco nos pertenece. Teníamos la nota del Cónsul aludiendo al tan grato artículo y un amigaso que nos había puesto en contacto con un transportista solidario y empático. Todo pintaba bien. Hasta que nos llamó el Cónsul.
El sábado 4 recibimos varios mensajes y una llamada, era el Cónsul para decirnos que el documento que él mismo había firmado acababa de perder vigencia. En las últimas horas habrían recibido por parte de la Cancillería argentina, nueva reglamentación y el Decreto 71 estaría ya, caduco. Ante esto, ponemos en su conocimiento que teníamos acordado con un camionero que pasaría cerca de nuestra ubicación, ir hasta la frontera con Uruguay en su vehículo. Nos exhorta a desistir ya que tendríamos problemas con la Policía argentina. La comunicación se termina sin que prospere propuesta alguna.
A los pocos minutos, el Cónsul en un mensaje, escribe que hará el intento de buscar una alternativa pero necesita los datos del camionero, del camión y del trayecto que haría hasta la frontera con Uruguay. Le explicamos todo el ida y vuelta al camionero, con quien estábamos ya en contacto directo y nos alerta de que para brindar esos datos y teniendo en cuenta que las autoridades estarían en aviso, debería consultar con su jefe. El jefe contestó por audio y fue rotundamente negativo. Que el seguro si pasaba algo, que si entraba en contacto con nosotros, al volver también tendría que hacer cuarentena. Deducimos cuales son las prioridades de ese patrón. Comunicamos esto por mensaje al Cónsul. No se mostró sorprendido, sino todo lo contrario. Agregando que si tenía alguna novedad se volvería a comunicar pero dejando en claro que no iban a salir más ómnibus por parte de ese Consulado.
¿Para qué nos llamó el Cónsul? Lamentamos explicitar que el interés de esa autoridad diplomática, era no ser perjudicada al saber que habían dos personas (posiblemente circulando en la República
Argentina) con un papel firmado por él y sin valor alguno. Cuestiones de prestigio condimentadas por las normas. Poco humanitarias.
Las repatriaciones inminentes son resaltadas en los medios de comunicación como logros de esfuerzos sostenidos y las personas que quedamos por fuera carecemos de cualquier tipo de apoyo de las autoridades uruguayas y argentinas. Sin cámaras pero con ganas de compartir con detalles, el periplo de estar en cuarentena en un país hermano y a la vez tan lejano, escribimos esta crónica.
Hoy es viernes 10 de abril y si bien el aviso no es oficial, se prevé una nueva extensión de la cuarentena por una semana o más. Ya no seguimos con tanta intensidad las novedades porque hay poco de nuevo y muchos hechos intrascendentes que sólo promueven el pánico por la tele.
Las prórrogas han sido cortas y reiteradas. Esa parece ser la estrategia de los gobernantes aquí, mientras que cada Provincia agrega las restricciones que consideran, volviendo muy difícil encontrar la manera de seguir rumbo a Uruguay. Los días pasan y pronto se va a sumar otro problema: el vencimiento de nuestras visas para permanecer en el territorio argentino.
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Juan José Buela (viernes, 10 abril 2020 17:19)
La impotencia que se siente es enorme, se sigue en pie y mientras esto pase, se luchara hasta el final, con el aprecio de siempre, que no decaiga amigos...!!!
Gabo (viernes, 10 abril 2020 19:18)
Arriba gurises, fan de ustedes y de su periplo etnográfico, que no decaiga! Por un pronto retorno al paisito sin inconvenientes, abrazo.
Natalia Latorre (sábado, 11 abril 2020 10:04)
Hablo con propiedad e información del Consulado Uruguayo. Interesante historia.. pero porque no cuentan que tuvieron muchas opciones que se les brindon para ser repatriados? Solamente que el lugar que ocupan las bicis las puede ocupar otro uruguayo que necesite volver. Los vehículos quedan en el consulado. Sin problema y con garantía. Existe algo que se llama encomienda, y se pueden mandar bicis. Suerte!
angie (sábado, 25 abril 2020 15:56)
los uruguayos repatriados vueven en bodegas? por que imagino alli viajaran las bicis. espero ya pudieran solucionar el viaje