La incorporación de la bicicleta: Historia de un cambio personal en la forma de moverse.

Barrio Sur, Montevideo | Uruguay
Barrio Sur, Montevideo | Uruguay

“Cambio de vida” es una frase fuerte, suena a muerte y nacimiento al mismo tiempo. Creo que esa fue y es la intención, dejar morir las viejas formas y adoptar nuevas.  Cuando elegimos cambiar inevitablemente una parte nuestra muere, mientras que otras comienzan a nacer. Basadas en la experiencia, en el aprendizaje con otros y otras. En el ensayo y error. Así pueden ser los cambios. Pensábamos en un cambio de vida con mi compañero, Nacho, en esas tardes de dejar volar la imaginación y planificar posibles vidas, la vida.

 

Me cuesta ponerle fecha de inicio, quizá sea porque como todo proceso, está compuesto de un montón de pequeñas variaciones en el estilo de vida que llevan hasta un momento actual, pero me animo a decir que comenzó allá por finales del año 2015.

 

Recuerdo que una tarde salimos a pedalear por Montevideo, unos 20 y algo de kilómetros hasta el arroyo Carrasco, límite con Canelones (la mayor distancia que había recorrido hasta ese entonces) y a partir de esa primera experiencia, acompañada, comenzó a resonar en mi mente la idea de adoptar a la bicicleta (y ella a mí) como aliada. Tanto de la salud física como de la salud mental. Aunque la bici que usaba en esa oportunidad, no me quedaba cómoda lo disfruté muchísimo, sentí capaz tanto mi cuerpo como la mente de llegar pedaleando a donde me propusiera.

 

Otro momento que recuerdo en detalle es el día que fui a buscar mi bicicleta, la que tengo hasta hoy en día, a la casa de su antiguo dueño. Lo más conveniente para mí fue comprar una bicicleta usada y que me quedara cómoda. A partir de ahí comienza otra historia.

Para la búsqueda tuve especial atención en la medida del cuadro (S) dada mi estatura, el uso que le quería dar y la calidad de algunos componentes decisores al momento de pedalear. Fui incorporando accesorios que la hacen más útil y confortable. Hoy siento que es mi vehículo ideal.

Ciudad de Montevideo
Ciudad de Montevideo

Esta decisión de incorporar la bicicleta a mi vida generó un movimiento, ya no volvería a vivir la movilidad de la misma manera, ni siquiera en la ciudad. Aquello que en un momento me había gustado tanto, el transitar la ciudad, volvería pero en otra forma, con mucha más libertad y de la mano del ejercicio físico.

 

Ejercicio que había abandonado a medida que iba incorporando el automóvil al cotidiano vivir, para pequeños trayectos por ejemplo. Desde la butaca del auto todo me parecía que quedaba lejos. Tiene que ver con la percepción de velocidad en un vehículo y otro, pienso hoy en día. Finalmente estaba lista, cansada de perder el tiempo en largas esperas por atascos ocasionales en la capital, de pagar por cada traslado (combustible, estacionamiento) y de enojarme con otros transeúntes por “obstaculizar” mi camino. 

 

Comencé a usar la bicicleta en la ciudad para los trayectos comunes: ir a trabajar y estudiar. Luego pasé a hacer todos los viajes en ella, incluidas las salidas a otros departamentos del Uruguay. No hay dudas de que el mejor entrenamiento para viajar en bicicleta es haberla utilizado antes para moverse en la ciudad, a esto lo aprecié más tarde.

 

Pedalear Uruguay fue algo que generó cambios en mi forma de considerar nuestros territorios, los nativos, los arrasados. Conocer la lucha de muchas personas por sobrevivir y resistir hasta en los lugares más relegados. No tengo dudas de que esto ha sido posible gracias a la bicicleta, imán de amor, solidaridad y curiosidad. Permitiéndome llegar y detenerme en lugares a los que de otra forma, sería más difícil o carecería de sentido. En el camino se va encontrando la satisfacción. Las metas dejan de ser un destino y cada vuelta de rueda es como el mismo sol viviendo porque puede y porque quiere seguir alumbrando. 

 

Avenida 18 de Julio | Montevideo | Uruguay
Avenida 18 de Julio | Montevideo | Uruguay

Volvamos al principio. Adoptar la bicicleta como vehículo fue modificando todo mi estilo de vida. Desde la ropa que usaba, los objetos que transportaba diariamente, hasta la cantidad de agua que tomaba en el día y ni que hablar la comida. Los ciclistas comemos con mucho gusto. por otro lado, la vestimenta comenzó a ocupar un papel importante, debía cumplir una función significativa. Abrigar, dejar transpirar, “cortar” el viento, aislar del agua, esas características comencé a buscarlas en la ropa con que ya contaba y para mi sorpresa encontré pocas prendas que cumplieran esos requisitos. Hacer recorridos en bicicleta sin dudas hace que estemos en contacto directo con los fenómenos naturales: frío, viento, sol y lluvia. Protegerse es una decisión necesaria.

 

Respecto de los objetos que adicioné al día a día están: el inflador y una cámara de repuesto para poder resolver pinchazos rápidamente. Algún pañuelo o tela para secar el sudor y poder estar presentable. Un accesorio que ya conocía y reconozco que adoro: el espejo retrovisor. Al manejar un auto los espejos son fundamentales, pero en la bicicleta se pormenoriza su uso. Encuentro que es un gran aliado para poder convivir en el tránsito, tener en cuenta que no estamos solos/as en la vía pública y que anticipar los movimientos de los/as otros/as puede ser muy importante, inclusive salvarnos la vida.

 

La botella con agua es un elemento que ya me acompañaba desde siempre pero al pedalear se vuelve fundamental porque el ejercicio físico requiere una mayor ingesta de agua y evidencia qué tan bien nos hidratamos a diario.

 

El “bajarme del auto”, como bautizamos al proceso de cambiar el automóvil por una movilidad activa, fue largo y paulatino. Sin dudas el puntapié fue el tener la bicicleta pero no se dio de manera instantánea el cambio de un vehículo por otro, recién comenzaba una relación con la bici pero aún no había terminado del todo con el auto. Es interesante como se puede desarrollar un vínculo con el vehículo que se usa a diario y cargarlo de sentimientos, literal. Seguro que no me pasa solo a mi. 

 

De a poco fui comprendiendo que los motorizados, como me gusta llamarlos ahora, son una herramienta espectacular, pero su uso en la ciudad se ve pocas veces justificado. En mi caso fue muy útil mientras vivía en una punta de la ciudad y trabajaba en la otra, siendo una distancia que en la bicicleta es bastante agotadora. Aunque hoy en día esa idea es cuestionable también. Encuentro justificado su uso cuando el objetivo es trasladar cargas. Ojo, también es cuestionable en algunos contextos ya que las bicicletas cargo son la mejor opción para cargas medianas en lugares altamente poblados.

 

Rambla de Montevideo | Uruguay
Rambla de Montevideo | Uruguay

En suma, el motorizado había sido quien me llevara a trabajar en hora sin sudar una gota, refugio en días de lluvia (hasta que se le despegaba algún burlete), símbolo de estatus social, mi cápsula de chapa para circular en la urbe más camuflada y en parte evitadora del acoso callejero (entre otras violencias).

 

Todo se vio interpelado cuando apareció la bicicleta. ¿Eran estos aspectos tan positivos o quizá estaban teñidos por mandatos culturales y sociales que no me permitían pensar la movilidad de otra manera?

 

Para responder esto me propuse comenzar a hacer poco a poco cada vez más traslados en bicicleta. Comencé con algunos días por semana, combinándola con el transporte colectivo. Y los días restantes seguí usando el automóvil.

 

Viviendo en el oeste de Montevideo iba en ómnibus hasta el Paso Molino (unos 6 km), porque en dos oportunidades había sufrido intentos de robo mientras pedaleaba en este trayecto.  En este destino tenía la posibilidad de que estuviera mi bicicleta muy cuidada en casa de mi padre, esperándome. Y ahí comenzaba, para mí, la parte más disfrutable del día. Ejercicio físico moderado, agilidad, libertad de cambiar el rumbo fácilmente, encuentros espontáneos con otras personas, más conexión con el entorno y menor sensación de peligro y hostilidad.

Realizar estos kilómetros en bicicleta me fue generando confianza y haciendo que conociera mejor la máquina. Los primeros pinchazos hicieron que aprendiera algo de mecánica básica como para no tener que ir con la bici de arrastro hasta destino. También hicieron que elija no salir con el tiempo muy ajustado para pedalear más tranquila por si algo de esto me sucedía, si no pasaba, me quedaban unos minutos al llegar para poder reponerme o comer algo.

 

El hecho de no tener la posibilidad de higienizare al llegar a destino después de pedalear hizo que adoptara un ritmo de pedaleo medio como para no generar mucho calor y sudor. Algo muy útil también es llevar ropa como para cambiarse. Transpirar ya no lo veía como algo a ocultar, qué locura, ¡si todas y todos transpiramos! Es el resultado de poner a la maravillosa máquina a trabajar, y algo muy saludable y necesario para nuestro cuerpo. Si el tema es ponerse presentable al llegar, para parecer un ciudadano de bien, hay estrategias que están a la mano. Buen lavado de cara y manos, o toallas húmedas, cambio de atuendo, entre otras.

 

Al comienzo ensayaba el  mismo trayecto que hacía en el ómnibus pero con la bicicleta, en parte porque era lo que conocía y porque me daba miedo incursionar en otros caminos.

Poco a poco y siempre con algunos minutos de “ventaja”, probaba hacer diferentes rutas e iba definiendo dónde me sentía más respetada para pedalear.

 

Ciudad Vieja | Montevideo | Uruguay
Ciudad Vieja | Montevideo | Uruguay

Antes, cuando usaba siempre el automóvil,  percibía como algo peligroso el entorno inmediato al circular por la ciudad. Supongo que hay una relación entre el poco contacto con el exterior que se tiene dentro de un auto y la sensación de miedo. El encierro genera miedo y esto aplica para otros casos también. Quizá tenga que ver con que desde la butaca es más restringida la vista que tenemos del camino, mientras que en la bicicleta generalmente estamos a una mayor altura y son menos los obstáculos al mirar a lo lejos y ni que hablar en panorámica. Me encanta el ángulo 360º de la bicicleta.

 

Es verdad que el cuerpo está más expuesto al exterior que en un automóvil, pero en mí  no representó algo negativo cuando comencé a cuestionarme acerca de la expresión “día feo” para referirse a la ausencia de sol o a la presencia de lluvia y “día lindo” a todo lo opuesto. Estando en contacto con el exterior podemos experimentar el beneficio de que las nubes, por ejemplo cuando cubren por un rato al agobiante  sol de verano. Lo lindo del día no depende del estado del tiempo, claramente.

 

La lluvia hoy en día no representa para mí lo mismo que antes. Siempre estoy mirando al cielo, previendo si va a llover y teniéndolo en cuenta para planificar si tengo que moverme en bici. Solamente considero que quizá deba cambiarme de ropa al llegar y siempre me cubro con ropa impermeable durante el camino. Para los pies, bolsas de plástico y listo.

 

No es tan agradable ni seguro pedalear bajo lluvia, al menos para mí, pero miles de personas demuestran que es posible. Como también lo es optar por otro medio de transporte.

El acoso callejero y otras violencias de raíz patriarcal siguen ahí. No se incrementaron, sólo cambiaron las formas. Y me encontré muchas veces reproduciendo discursos basados en la desigualdad de género, siendo yo misma la que ejercía esta violencia. Hay que revisarse, siempre y yendo en el vehículo que sea.

 

Paso del Agua Negra | Argentina-Chile
Paso del Agua Negra | Argentina-Chile

Respecto del estatus social y la relación con el uso del auto, viene de la mano del prestigio en la edad adulta. Relegando el uso de la bicicleta solamente al ocio o para hacer deporte. Es parte de un discurso, de un guión. Que tiene muchos intereses detrás y la mayoría de ellos son espúreos. El  lugar que ocupa el automóvil en nuestras sociedades y para quién están pensadas las ciudades evidencian desigualdades estructurales que se refuerzan en las maneras que tenemos a disposición para movernos en las ciudades y en el mundo.

 

Este experimento personal fue haciendo que prefiera la multimodalidad que venía llevando adelante con el ómnibus y la bicicleta antes que el manejar un automóvil en la ciudad. Así que terminé de “mudar” mis pertenencias (con los pertinentes cambios) del auto, a la bicicleta.

Así transcurrieron los meses hasta que finalmente con mi compañero pasamos a llevar una vida nómada. Ahí la bicicleta pasó a ser mucho más que un vehículo, se transformó en nuestra casa. Un universo nuevo ante nuestros sentidos. La bicicleta como vehículo para viajar.

Cuando comenzamos a planificar viajar y vivir en bicicleta, moviéndonos todos los días (o siempre que pudiéramos), acampando en diferentes pueblos, localidades o de manera libre y trabajando al mismo tiempo, pensé que esto de los cambios no solamente iba a seguir sino a profundizarse.

 

Vivir en movimiento significó que las condiciones cambiaran estando en Uruguay y mucho más al salir del país. Fue así que llegó el momento de preguntarme, reflexionar y tomar decisiones respecto de varias rutinas que llevaba adelante cotidianamente. Simplificar hábitos se volvió para mí un desafío y una necesidad.

 


Gracias por complementar esta historia con tu lectura, espero que mi historia sirva para contagiar las ganas de probar nuevas maneras de moverse en la ciudad y por qué no, viajar. 

 

Cuéntanos cómo es tu experiencia moviéndote en la ciudad, qué violencias has experimentado y de qué manera eliges hacer tus traslados cotidianos. Recuerda que si comentas aquí sin dejar una dirección de correo electrónico, no podemos contestarte. 

 

 

Muchas gracias por compartir el artículo en tu perfil o con personas que pueda interesarle, hasta la próxima. 

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